jueves, 18 de octubre de 2012

Imbecilidades notables, parte enésima.

De cuando en cuando, en contestación a la revitalización del nacionalismo catalán, se revitaliza a su vez al antinacionalismo catalán (que por allí llaman nacionalismo español por hacer de rabiar, aunque en realidad resultan ser dos cosas distintas) y como acción directa y más visible de esa reacción es el llamamiento al boicot de los productos catalanes.

Para promover algo así hace falta ser idiota profundo dentro de la idiotez congénita que demuestran los promotores de tales iniciativas.

Si de lo que se trata es de convencer a los catalanes de que ser parte integrante de España es mejor que ir de por libre, creo que resulta obvio que no es precisamente recomendable pegarles una patada en los cojones antes de empezar a hablar.

Piénselo: si cuando se emancipó sus padres le hubieran pegado una paliza para convencerle de lo contrario, tenga por seguro que habría arriesgado vida y hacienda saltando de azotea en azotea, huyendo bien lejos para no volver a exponerse a tales "razonamientos".

En el caso catalán de lo mismo hablamos. No hay nada que refuerce más un sentimiento secesionista que saberse malquerido dentro de la unidad a la que se pertenece. Si yo fuera catalán me sentiría ofendido y agredido por esos llamamientos descerebrados al boicot, y cuanto antes huyera de ese maltrato más tranquilo respiraría.

Reflexione: si es cierto que quiere a Cataluña como parte España ¿no serán mejor las demostraciones de cariño y simpatía antes que las de odio y desprecio? Pensar lo contrario no solo creo que sea señal de idiocia profunda, sino además muestra de un perverso desequilibrio que habría que hacerse mirar por un especialista en cosas de la mente.

PD: Siempre queda la explicación de que tales campañas salen directamente de los comités de propaganda del más radical nacionalismo catalán, precisamente con la intención reseñada "Si conseguimos que nos odien, más adeptos haremos para la causa entre los indecisos e indiferentes".