martes, 4 de noviembre de 2008

Agoreros y listillos

yeah he do the walk of life
Dire Straits



No hay cosa de la que me arrepienta más en la vida que haber escuchado a los agoreros y a los listillos.

Cuando era un chiquillo escuálido y atontado que cursaba EGB en los años 70 soporté sus primeros ataques. Supe, por aquellos de mis amigos y conocidos que me aventajaban en edad, que mi vida era regalada y fácil y aún no había conocido lo peor: ya me enteraría al llegar a BUP, donde se estudiaba de verdad, donde pasabas eternas noches en vela estudiando libros tan gordos como los sillares de Micenas y los profesores se empleaban a fondo contigo. Llegué a BUP con las orejas gachas, igual de escuálido y atontado, pero con más granos que una mazorca transgénica y una nueva amiga (mi pobre mano derecha). Bueno, he de admitir que no fue fácil, que realmente era un cambio de aires radical, que había que estudiar más, que los profesores te miraban como esperando algo más de tí… pero pasé por ello. Con esfuerzo, porque siempre fui un pésimo estudiante, pero pasé por ello, bendito sea.

Pero incluso ya entonces supe aquello no había sido nada. Apenas el aperitivo. Un divertimento. Porque después venía [aquí la música de Tiburón: tun-tun… tun-tun… tuntuntuntuntuntun]: la Universidad. Allí chaval, decían quienes por edad o méritos habían entrado antes que yo, allí sí que curras, eso es el infierno; tienes que buscarte la vida porque los profesores pasan de ti, los trabajos no puedes entregarlos de cualquier forma, ya verás, ya verás, es horrible.

Recuerdo mis primeros contactos con la Facultad de Geografía e Historia de la Complutense, vulgo “la caja de cerillas”, un espantoso edificio de ladrillo. Sí, fue horrible. Lo confieso. Después de salir de un colegio lleno de estrechas (no diré el nombre, pero Paco Pepe fue al mismo que yo), estar entre mujeres de verdad fue espantoso. Porque yo seguía siendo escuálido y atontado y, aunque ya no tenía granos, era a la belleza masculina lo que Jesús Gil a la política. Follé menos que un casado. Es más, no follé nada. No sé qué les han contado sobre la Universidad, pero es mentira. El famoso brindis “sexo, orgía, Historia y Geografía” es falso. Eso sí, me bebí hasta el agua de los floreros en Moncloa, Malasaña, Huertas y donde pintara, empalmé más de una noche (en realidad estaba siempre empalmado, ya me entienden); me agarré el moco de mi vida para pedirle salir por vez primera a una chica encantadora llamada Carmen que después se casó con un sargento del Ejército del Aire (que no tuvo ni la decencia de ser mala persona para hacérmelo más fácil, el muy…), y recibir las primeras calabazas de mi vida; publiqué mis primeros artículos en un pequeño fanzine que editaban en la Facultad (ni de coña, no pienso decirles el nombre, y además firmaba con seudónimo); hice varios viajes se abren comillas de estudios se cierran comillas de esos que cuando vuelves a casa duermes 48 horas seguidas… en definitiva, hice lo humanamente posible para cumplir el topicazo del estudiante de Humanidades.

Por poco se me olvida, conocí a la que ahora es mi mujer.

Mi paso por la Universidad fue horrible, espantoso, Ya saben.

Pero claro, lo que ocurría es que aún no había conocido lo peor.

¿Qué te has creído chaval? ¡Con lo bien que vivís los estudiantes! ¡Ya verás en la mili, ahí sí que te van a poner firme como una polla!

Bueno, firme sí que me pusieron, eso seguro. Todos los días varias veces. Tampoco diría yo que fue fácil. Qué coño, los primeros meses lo pasé de puta pena. Pero como estaba la Expo, durante cuatro o cinco meses me gané más de doscientas mil pelas haciendo guardias por Andalucía (y era soldado de 2ª) durante las cuales leía novelas o charlaba con los colegas. Durante aquellos meses, sólo bebía Jack Daniels (con un solo hielo, por favor) y viajaba en Talgo. No, no estaba siempre salido; dormir con cien tíos que no paran de tirarse pedos y roncar como un aserradero asturiano no es lo que yo llamaría El Palacio del Placer. Sólo afortunados como Nico han conocido el placer en su sentido más hondo durante el Servicio Militar.

Pero saben… sí, lo han adivinado. Es que lo peor no había venido todavía. EGB, BUP, la Universidad, la puta mili… todo eso era la vida fácil. Espera a casarte, membrillo, y sabrás lo que es rock’n’roll. Tu mujer te controlará todo, tendrás que tirar tus películas y libros, perderás tu libertad. Ya verás, ya, cuando te cases.

Bueno, estoy casado. Con la mujer más jodida y obscenamente maravillosa de este mundo. Sí, sigo siendo escuálido y atontado. No, no es ciega. Sí, está muy buena. No, no sé cómo lo hice.

¿Qué quieren que les diga de la vida de casado? ¿Poder poner la música al volumen que me de la gana? ¿Plantar los quesos encima de mi mesa? ¿Comer o cenar a la hora que me plazca y lo que me plazca? ¿Compartir mi vida con una mezcla de Samantha Carter y una cabo primero de Valkirias? No sé si podré soportarlo. Claro, está lo de pagar la hipoteca, hacer cuentas, limpiar, discutir de cuando en cuando, negociar pequeñas cosas… No he perdido ni un ápice de libertad, no he tenido que renunciar a nada y no me siento en absoluto un esclavo. La vida adulta no es fácil, no es relajante y no es el paraíso, pero no puedo quejarme. Hasta ahora no ha llegado nada con lo que no pueda lidiar.

¡Ah, escarramal! Lo que pasa es llevas una vida muelle y facilona (ahora, todos conmigo) ¡Ya te enterarás cuando tengas hijos! Tendrás que olvidarte ver películas, no dormirás en toda la noche, tu mujer pasará de tí y sólo pensará en ellos...

¿Saben que les digo? Váyanse todos a tomar por culo.

lunes, 3 de noviembre de 2008

ROLLO MACABEO SOBRE LOS EEUU

Las elecciones en EEUU nos afectan como si de las elecciones nacionales se trataran. Vemos en todos los medios periodísticos y televisivos como se diseccionan las posibilidades de los candidatos, se analizan encuestas y se pronostican resultados.
A nosotros, los ciudadanos ibéricos de a pie, nos cuesta entender que no somos norteamericanos, a pesar de la Coca Cola, La Guerra de las Galaxias, Chuck Norris y Microsoft.
Hacemos una errónea comparativa de personalidades con nuestros políticos de turno, identificando a Obama con el progresismo y a McCain con los liberales.
Queremos creer que de ganar uno u otro, nuestra situación personal de país de tercera fila (que no de país del tercer mundo, gracias a Crom) cambiará de manera sensible.
Nuestras simpatías personales bailan un chotis con los candidatos, creyendo que el joven, demócrata y negro se enfrentará al viejo, republicano y blanco.
Creemos en definitiva, que el estado hegemón mundial puede cambiar, en función de a quien se elija en las elecciones de los EEUU. Y que nosotros, desde España y con amor, podemos beneficiarnos e incluso influir en ese cambio.
Y una mierda.
Desde hace ya bastantes años, la asunción por parte de los americanos de que eran la primera potencia mundial, les convirtió en un imperio. No me refiero al concepto de imperio romano, ni al español del S.XVI (si es que existió), ni siquiera al británico del S.XIX. A pesar de las atractivas similitudes, Norteamérica creó su propio imperio particular.
Si pretendió hacerlo de manera consciente o si simplemente se encontró de bruces con él después de la II Guerra Mundial es algo que dejo para los expertos.
En mi modesta opinión, este imperio se basa en tres anclas, aunque admito que pueden existir más: Sistema Económico, Sistema Militar y Sistema Político.
Su sistema económico es el capitalismo. Ha evolucionado a través de los años con diversas fórmulas, en función de sus circunstancias internas y externas, pero sigue siendo capitalista. Lo más importante de este sistema, para mí sin duda alguna, es la aparición de los grandes “lobbys” o grandes grupos económicos de presión. Si son estos, o no, los que dirigen al imperio, en mayor o menor grado, en función de quien presida la casa blanca, es clave para entender el tipo de imperio que es y de que manera nos puede influir a los demás. Este sistema no es perfecto y tiene un incómodo ciclo periódico de aceleración-desaceleración. El sistema se encuentra dentro del mercado, que al globalizarse crea una dependencia tanto interna como externa. Es lógico pensar que el imperio tiene tendencia a controlar el mercado, pero es incapaz de controlar los períodos de crecimiento-recesión. Por lo tanto, tanto el propio imperio como los satélites que lo conforman, tenemos que comernos con patatas fritas los momentos de recesión, con todas sus consecuencias. Y al mismo tiempo disfrutar de los períodos de bonanza y crecimiento, quienes puedan y/o sepan disfrutarlos.
Su sistema militar (incluyendo su central de inteligencia) es la más poderosa máquina de guerra conocida, capaz de desplegarse a cualquier punto del planeta y poseedor y “utilizador” del poder nuclear. Por fortuna, su mando está bastante supeditado al poder político y en teoría está bastante controlado. Tengo que recurrir al cine (por cierto, norteamericano) para poder imaginar su imperio controlado por el sistema militar. Así de pronto se me ocurren: “Teléfono Rojo, Volamos hacia Moscú”, “7 Días de Mayo” y “La Roca”. De todos modos, el concepto de “guerra total” y “rendición incondicional” es norteamericano y proviene del general Grant y del político Lincoln. Su plasmación universal la veríamos con Roosevelt - Truman y la bomba atómica. Su desarrollo y evolución se sufrió en la guerra fría contra el “peligro comunista” (que en muchas ocasiones, efectivamente era un peligro). Ha tenido también distintos resultados, no siempre victoriosos para su sistema militar. La cuestión es que, siempre que ha tenido un enemigo “visible”, su sistema militar les ha funcionado razonablemente bien. Pero cuando ese enemigo “visible” se colapsó a sí mismo, el imperio no supo reaccionar con eficacia. Su enorme red de armamento, información e intromisión se vio, de repente, innecesaria. Y como todas las estructuras capitalistas, tendieron a recortar gastos superfluos. Con lo que quedaron victoriosos (en el ámbito económico) sin haber ganado totalmente en el plano militar y con una super-estructura de inteligencia para el desguace y despiece. Pero como nunca hay descanso para los adversarios del imperio, el enemigo mutó y se transformó en “invisible”, pillando en bragas al imperio. No hay peor enemigo para un imperio que la guerra de guerrillas. Comandos pequeños que se infiltran en tus filas, atacan la línea de suministros y te hacen el mayor daño posible, no solo a tu ejército si no a tu población civil. Cuando la guerrilla se transforma en terrorista, es todavía aún peor. Y cuando ese terrorista no es una nación o grupo concreto e identificable, si no que proviene de una entelequia religiosa fanática, liderada por un millonario y antiguo aliado, escondido nadie sabe donde, financiada por una red fantasmal y seguida por no se sabe cuantos seguidores, el resultado es una pesadilla para el imperio. El contraataque del imperio se produce, al principio, de manera más o menos justificada, invadiendo Afganistán y con una aceptación formal de sus satélites. Pero el imperio pierde el norte y decide invadir Irak, donde, curiosamente, hay petróleo, no como en Afganistán que solo tiene piedras y amapolas (por cierto, estas crecen muy bien).
¿Seguirá invadiendo el imperio, para controlar el flujo de hidrocarburos y para controlar el polvorín (más bien polvorón) de oriente medio?. A saber.
Su sistema Político es la democracia. Esta nos parecerá la más cojonuda o la más chunga, pero es una democracia y la primera después de una revolución. Su sistema electoral federal, por estados, permite elegir a unos compromisarios, que son los que eligen a su vez al presidente. Su particular evolución nos ha dejado un sistema bipartidista, que todos reconocemos como demócratas y republicanos. Y aunque en Europa, la evolución de la democracia nos haya deparado también un bipartidismo cuasi general, en poco o nada se parece a demócratas y republicanos norteamericanos. De hecho, sorprende e incluso causa perplejidad que la primera potencia mundial no tenga, en pleno siglo XXI, un sistema universal de seguridad social, que sí tenga como derecho el portar armas de fuego y que mantenga como vigente la pena de muerte en algunos estados.
No nos engañemos. Si esto es así es porque la mayoría de los ciudadanos norteamericanos quieren que sea así. En ninguno de los dos programas de los partidos políticos está ni la abolición general de la pena de muerte, ni la prohibición de portar armas de fuego ni la universalización de la protección de la seguridad social.
Ahora podríamos caer en el antiamericanismo ramplón del “todos son iguales, todos imperialistas”, acabemos con los yanquis. O también en el caso contrario del clientelismo filo-americano de “son cojonudos”, “ellos sí saben como hacerlo bien”, imitemos a los yanquis.
Después de varios siglos, seguimos siendo maniqueos.
No olvidemos que son una democracia y la democracia impone la mayoría a la minoría. Es así y punto. Se la podrá criticar, por supuesto, pero quien no esté a gusto puede perfectamente escoger Corea del Norte como residencia permanente. O China. No, China no, que se han vuelto “comucapitalistas”. Tampoco comprendo a los que echan pestes de su propio país e idolatran el “paraíso yanqui”. Pues nada, a emigrar a Florida, donde no podrán estar más de dos meses más que como turistas y el resto como ilegales deportables en cualquier momento, por ser spaniards de mierda.
¿Tan difícil es aceptar que somos satélites del imperio, pero con particularidades propias?. A una dirigente socialista, nada sospechosa de filo-americanismo, le he oído decir, textualmente, que considera a los EEUU como país aliado. ¿Aliado contra quien o contra que?.
Tampoco creo que haya que perder la identidad por tener influencia del imperio. En todo caso se transforma. La cuestión es como defender tu propia identidad ante el imperio, sin tener necesariamente que estar ni a favor ni en contra del propio imperio.
También está el asunto de cómo nos ven a nosotros, los ibéricos. Tampoco hay que engañarse. Somos un país satélite (aliado) que forma parte de Europa, de orden menor, por debajo del triple eje anglo-franco-alemán. Nuestra situación no va a mejorar en realidad porque gane uno u otro candidato a la casa blanca. En todo caso habrá mejor o peor álbum de fotos. Me parece bien que uno exprese sus simpatías por uno u otro, pero no por ello va a cambiar el imperio.
Al imperio solo lo pueden cambiar desde dentro, por ser una democracia, o desde fuera, cuando exista una potencia que lo desplace en su sistema económico y/o militar.
Y hoy por hoy, el imperio, nuestro imperio, es el yanqui, aunque muchos de sus ciudadanos nos sitúen en México y a nosotros nos parezca que si gana Obama, sabrán situarnos correctamente en el mapa.
Manuel Nicolás Cuadrado
Man