lunes, 27 de mayo de 2013

Gilipollas a cerebro descubierto



Dicho finamente: hay cosas que me dejan ojiplático.

Dicho a lo bestia: hay cosas que me confirman que sobran gilipollas y que faltan balas.

El caso es que el ministro español del ramo ha decidido que los ciclistas, en vía urbana, han de llevar caso obligatoriamente. El casco de ciclista es un cacho de corcho blanco (poliestireno, y tal) bien compactado, propiamente de la forma de la cabeza, y mayormente cubierto por una carcasa de plástico más o menos duro.

Eso, visto así, no parece que proteja mucho de nada.

Falso.

Un servidor de ustedes se ha pegado unas cuantas hostias en bici. A distintas velocidades y en distintas circunstancias. Siempre con el casco bien ajustado, y gracias a eso, en al menos tres ocasiones (un sembrao, y más importante, ante un autobús urbano y en una rotonda)  el casco me ha salvado de sufrir algo más que rozaduras, magulladuras y lesiones en el orgullo.

El caso es que asociaciones de ¿ciclistas? y algún que otro paniaguado se ha puesto a clamar en contra de la citada disposición del ministro. ¿Razones? Que si pesa, que si es incómodo, que si inhibe del uso de la bici, que si la estadística de accidentados no es tan importante, que si soy gilipollas, tonto del culo, mascachapas, mogolo, tarao y mayormente descerebrao. Cuestión esta última que confirma que efectivamente no necesitan casco. No hay nada que proteger.

Un inciso: como cualquier ciclista experimentado sabe las hostias en invierno duelen menos que en verano.

¿Qué?

Si, amiguetes, en invierno, por eso del frío, vas forrado, con cuatro capas de ropa y alguna que otra prenda consistente. Te caes, te magullas, pero lo peor, que son las quemaduras contra el asfalto o la tierra, apenas se sufren. En verano, muchísimo más ligero de rora, esa misma hostia implica, fundamentalmente, toda una serie de excoriaciones bastante dolorosas que tardan, mucho, en sanar. Por eso del roce de la piel desnuda contra el suelo. Algo precioso y para recordar  Pues si la mínima protección de la ropa resguarda de malos mayores… ¿qué clase imbécil puede graznar en contra de una protección que previene males aún mayores como la conmoción cerebral y la fractura craneal? Pues eso. Un imbécil.

Por definición, salir en la bici en un medio hostil como es el urbano requiere la mayor cantidad de protección posible. Eres un híbrido de peatón y vehículo de apenas cien kílos incrustado entre masas de una tonelada a, como mínimo, el doble de velocidad de la que puedes alcanzar. La física es lo que es: tienes la de perder, y todas las barreras entre la tonelada y tu son pocas. No descartes ninguna.

Solo un gilipollas que nunca ha estado despatarrado en mitad de la calzada con un autobús echándosele encima, o un gilipollas que nunca ha visto como le reventaba la rueda trasera a las seis de la tarde en una rotonda llena de vehículos, o un gilipollas que nunca ha aterrizado de cabeza (literalmente) en un sembrao, puede oponerse al uso de casco en sus desplazamientos en bici.

Las personas prudentes, ni se lo plantean.