miércoles, 23 de julio de 2008

LA MITOLOGÍA ME PONE PALOTE

Siento ser tan desagradable con el título de este artículo, pero describe perfectamente mi obsesión-compulsión por la mitología. Novelas, sagas, ensayos, artículos y obras originales de cosmología. Todo aquello que tenga que ver con la mitología es devorado por mi persona, sin ninguna vergüenza ni empacho alguno.
Aunque espero que tanto Mario como Jacinto me contradigan, puesto que de esto saben bastante más que yo, me voy a atrever a decir algunas chorradas, que espero no molesten a nadie. O que narices, aunque molesten las pienso poner, que para eso soy mosca cojonera.
Según mi visión, muy generalista y bastante simplista, de lo poco que se sabe se supone que primero estuvo el animismo primitivo. O sea, la adoración de las comunidades humanas por lo que veían todos los días. Esa luna tan extraña que cambiaba de redonda a una línea curva ínfima y desaparecía. Ese jabalí con tan mala hostia cuando se le acorralaba. Ese río tan necesario que de vez en cuando se volvía loco y se llevaba a los incautos que se adentraban demasiado en su corriente. Y sobre todo ese sol, tan grandioso y poderoso, que generaba o arruinaba las cosechas, según le salía de las pelotas. Los humanos supusieron (no sin cierta lógica) que todos los fenómenos naturales que les rodeaban tenían su propio espíritu, su propia “ánima”. Pues bueno, en algún momento, el hombre también se hizo consciente de su propia muerte. Y vinieron los espíritus de los muertos. Estos eran más difíciles de ver todos los días, de hecho, no podían ver a ninguno y eso les jodía. Porque les recordaba que tarde o temprano ellos mismos terminarían doblando las uñas. Así que, el listo/a de la tribu, un día de memorable trascendencia, contó a los demás miembros/as que había visto al espíritu del abuelo cromañón (muerto hacía 5 lunas) circulando por la noche por el poblado, molestando en sueños a las jovencitas de la comunidad con imágenes eróticas, que todo el pueblo sabía que el abuelo estaba más salido que la punta de sílex de una lanza. A esto, el cazador-recolector alfa, que ese día no estaba de muy buen humor porque se le había escapado un antílope, le dijo al listo/a que dejara de decir memeces o le metía el espetón de la carne por el culo. Lo normal es que al listo/a le hubieran puesto de verano cada vez que volviera a insinuar el asunto del abuelo y a otra cosa, mariposa, que hay que trincar pieles de bisonte nuevas para el invierno. Pues lo cierto es que, no se sabe como ni por qué, la cosa trascendió. A la mayoría de la gente de la tribu le pareció razonable lo del abuelo y el listo/a se convirtió en chamán, o algo parecido, ya que solo él/ella podía ver cosas que los demás no veían, para disgusto del cazador alfa. La gente necesita creer. Y es una máxima humana que, en mayor o menor medida, con animismo, politeísmo, monoteísmo o racionalismo, se repite a lo largo de nuestra historia. Nos guste o no.
Y así pasó el tiempo. Y algunas sociedades nómadas pasaron a ser sociedades sedentarias. Y empezaron a cultivar y pastorear. Y crecieron. Y surgieron las primeras ciudades. Y a todo esto: ¿Qué pasó con el animismo? ¿Qué fue del listo/a?.
Pues parece (no se sabe nada con certeza), que a mayor complejidad de la sociedad humana, mayor complejidad de las creencias. La manera de entender a “los espíritus de la naturaleza” se transformó en algo más abstracto. Surgieron los primeros dioses. Entes dotados de superpoderes que controlaban, manejaban y ordenaban a cuanto nos rodeaba.
El primero fue ella. Gaia. La madre tierra. Gea. En cierta medida, parece lógico adorar a la tierra. Somos seres terrestres y hemos evolucionado en el puto suelo. También parece normal que se identifique la maternidad con la fertilidad del campo. Del hombre no sale nada, salvo mal genio, borracheras, insultos y cachiporrazos. De la mujer nace la vida. De la tierra también. Pero el concepto de madre tierra no solo se limita a las cosechas y a la prolongación de la especie. Gaia era toda la tierra, por entero. Lo controlaba todo y creaba o destruía según le parecía. Era un concepto global, que no hay que confundir con el monoteísmo. Se ha especulado con la teoría de una generalidad primitiva controlada por un matriarcado. No existen pruebas arqueológicas que lo avalen. En algunos casos se dio. En otros, pues no. Puedo comprender, que desde una perspectiva moderna, se pueda imaginar una arcadia feliz en la que las mujeres gobernaban y todo iba bien. Pero el concepto de bien y mal, no estaba muy definido por aquel entonces, eso se dio después, bastante después. Es imposible saberlo a ciencia cierta. ¿La lista de la tribu se convirtió en sacerdotisa de Gaia?. Puede ser. Pero el caso es que el concepto femenino no perduró. En algún momento llegaron unos invasores del norte, a los que no les hacía ni puta gracia eso del matriarcado. Y lo cambiaron todo.
¿Todo?. Todo no. Los invasores eran muy bestias y lo hacían casi todo a base de tortazos, pero tontos del todo no eran. Si algo se puede decir de ellos es que eran eclécticos. Les importaba que quedara claro el dominio masculino, pero sin eliminar a lo femenino ni incluso a lo natural y animal. Sus creencias eran un batiburrillo de dioses/as que influían en la naturaleza y en los hombres, pero a un nivel superior. Incluyeron a Gea sin ningún problema en su ecuación, eso sí, dejando claro, que el que mandaba ahora era Zeus, ese pedazo de machote lanzarrayos que se tiraba a todo lo que tenía piernas.
Y entonces llega la mitología, el politeísmo y/o paganismo, que me dejo para otra ocasión y para no alargar este de por sí largo artículo introductorio.

Manuel Nicolás Cuadrado

3 comentarios:

fjsi dijo...

Juas, pos no te quedan cosmogonías por revisar.

Manuel Nicolás dijo...

Pozí. En menudo berengenal me he metido. Espero que el jacinto, el mario y el jose me ayuden un poco.

Mario Moreno Cortina dijo...

Hola, tron. Te has pegado un chute de Robert Graves en vena que pa qué...

Parece que los panteones politeístas con un dios padre en lo alto (Brama, Zeus, Odin, Wotan) proceden de las invasiones indoeuropeas. Lo del culto a la madre tierra precedente era una teoría del bueno de Graves (la Diosa Blanca) que yo nunca he tenido muy clara, aunque me faltan elementos de juicio.

Respecto al matriarcado no hay nada que hacer. No hay ni una sola prueba arqueológica o documental que permita pensar que hubo jamás un matriarcado, entendiendo por tal un sistema social basado en la preeminencia de la mujer sobre el hombre.

Y este es un buen lugar para aclarar algunos términos que pueden confundirse:

Matriarcado: como hemos dicho, sistema social donde la mujer es el sexo dominante. Nunca se ha detectado en la historia y parece improbable.

Matrilinealidad: Es decir, que la herencia se transmite por herencia materna, sin que eso signifique preeminencia. Simplemente, que "la madre es de la natura y el padre de la ventura" y transmitir la herencia por vía materna es una forma de asegurarse de que "todo queda en casa". Hasta donde yo sé, los antiguos judios eran matrilineales, a pesar de ser una sociedad tremendamente machista incluso para los cánones de la época (una judía no podía divorciarse de ninguna forma y podía ser vendida como esclava por su marido, pero una egipcia sí que podía divorciarse y tenía derecho a la propiedad privada).

Matrilocalidad: significa que, una vez casados, la pareja se va a vivir con o cerca de la familia de la madre. La sociedad tradicional española era claramente matrilocal, y aún queda restos de esa costumbre: por ejemplo, nos casamos en la parroquia de la chica y no en la del chico. Nos parece lo más normal del mundo, pero es solo una opción; otras culturas con patrilocales.

Matrilinealidad y matrilocalidad no significan matriarcado en absoluto ni superioridad femenina.

El culto a diosas de la tierra o de la fertilidad está perfectamente constatado, pero desconozco si se trataba de una divinidad más o de la divinidad principal.

En cuanto a los chamanes, están bien estudiados por la etnología. Efectivamente, era el tipo que se comunicaba con el mundo de los muertos (que en sociedades de tecnología simple no es un más allá misterioso, sino parte del acá invisible) y su trabajo era actuar sobre la naturaleza para favorecer a la tribu: sanar, propiciar cosechas, traer o parar la lluvia, propiciar la caza...

El principal instrumento del chaman para ponerse en contacto con el mundo de los muertos (o de los antepasados) es el trance. El estado de trance se alcanza o bien mediante el uso de drogas o bien mediante la música y el baile repetitivos o ambas cosas a la vez.

Otro día más.

Salu2.