lunes, 28 de julio de 2008

¡Quieto el dial!

Uno, que es respetuoso con las costumbres de las casas ajenas, se enajena, propiamente, cuando las visitas se dedican a toquetear, recolocar y reformar las casas ajenas, que es en este caso la mía propia.

Que se comenten y cuestionen asuntos propios de la habilidad interiorista del anfitrión es un entretenimiento ocioso, que como mucho no pasará de un intercambio de opiniones más o menos acaloradas, pero como ya digo, de ahí a pasar a la acción directa dista mucho trecho y no poca falta de educación.

Dejo de lado aquello de la convivencia fuera ya del ámbito del hogar paterno, que ya sabemos lo que supone (y si no es así, procura no saberlo nunca) y que tanto envenena las relaciones. Mis fobias van directamente por las visitas de rompe y rasga, y sobre todo, por las visitas que se lanzan como lobos sobre cualquier aparato de radio que tengan a la vista.

—Vaya mierda de emisora que escuchas —dice el desgraciado mientras empieza a dar vueltas al dial.
—Mayormente la que me sale de los cojones —es la respuesta correcta tantas veces desechada por aquello de la hospitalidad.

Pero ni hospitalidad ni hostias, efectivamente escucho la emisora que me sale de los huevos, emisora que me cuesta otro par de ellos sintonizar adecuadamente a causa de un infeliz cúmulo de circunstancias adversas (estructura metálica del edificio, emisora pirata de salsa que sale en la misma banda y con el triple de potencia, mierda de antena...) para que venga un desnortao a ponerme la emisora ratonera de turno que solo le puede gustar a él.

Al próximo que lo haga le corto la mano.

3 comentarios:

Mario Moreno Cortina dijo...

Joer, cómo está el patio. Yo diría que la cosa está calentita todavía...

Yo nunca he tenido tan mala suerte con mis visitas. La verdad es que mis colegas han sido bastante respetuosos.

Manuel Nicolás dijo...

Yo, como tengo 2 niños de factura interna que todo lo tocan (y rompen) la verdad es que he olvidado mi sentido del orden hogareño.
Sacrosanto solo tengo el ordenador, que no lo toca ni dios, bajo pena de excomunión, extrañamiento y confinamiento.

JMV dijo...

Estos solteros maniáticos...